jueves, 27 de noviembre de 2014

El mito más famoso de la historia

Uno de los mitos más famosos de la historia que nos podamos encontrar es el mito de la caverna de Platón.
En esta historia, Platón cuenta que en una cueva se encontraban unos prisioneros los cuales habían sido obligados a observar unas sombras que se originaban por el resplandor de un fuego y unos objetos que se morían. Esta sería la primera metáfora, donde el autor identifica a estos prisioneros como el alma humana encadenada a un cuerpo terrenal, perteneciente al mundo de las cosas, que es sensible e imperfecto, donde los conocimientos no son más que sombras de la realidad.  
En este mito, Platón se cuestiona lo que ocurriría si algunos de esos prisioneros se pusieran en pie y fuese capaz de ver los objetos reales y el fuego, comprendiendo que lo que veía antes eran solo sombras. Y si subiera a la superficie le pasaría algo parecido. Esto sería una liberación por la cual el ser humano deja al mundo sensible para llegar al mundo ideal, que se palpa perfecto y eterno, y al que solo se puede entrar por medio de la razón y el alma.
Este mito identifica también a la caverna como el mundo de las cosas, dentro de un aspecto mas bien epistemológico. En tal caverna existen imitaciones de lo que seria la superficie (a esto llamaremos el mundo de las Ideas) pero imperfectas y también engañosas: lo que sería las sombras reflejadas en la pared son imitaciones de las sombras que pertenecen a un objeto de la superficie, y el fuego no es otra cosa que la imitación al Sol. Entonces los prisioneros tan solo pueden conocer lo que pueden ver, que no es otra cosa que sombras,que ello identifican con la realidad.
Entonces si uno de los prisioneros lograra ascender hacia la superficie, podría allí contemplar el panorama del mundo exterior, el mundo de las Ideas. Primero vería las sombras, luego objetos que se reflejan en el agua, los objetos mismos, el cielo en la noche, y en último caso el Sol, que identifica como la idea del Bien. Este conocimiento adquirido seria entonces el conocimiento verdadero, el cual Platón llama Episteme.

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